martes, 21 de diciembre de 2010

Una chica de la calle

Maggie. Stephen Crane. Cátedra. 160 páginas. 9 €.

A veces me encuentro en alguna estantería libros que nunca había visto y que, de repente, pasan a formar parte de mi imaginario literario. Suele pasarme cada cierto tiempo. Hace unos días paseaba entre las estanterías de la biblioteca municipal de mi barrio cuando una mano, que ojeaba libros conmigo, me alargó un ejemplar de una novela extremadamente corta, de Stephen Crane, que tenía como título el nombre de Maggie. Corto, conciso y breve. Como la propia novela.

“Creo que te gustará”, me dijo, casi susurrando para que no nos escucharán las bibliotecarias y sus carteles de “Silencio, por favor.”.

En el Nueva York que describe Crane, mucho más digno de los años veinte del siglo XX, valga la redundancia numérica, que de su época, transcurre la historia, que no es más que la vida de la joven Maggie. Una chica de la calle que nace en el seno de una familia algo problemática. Su madre es alcohólica y no presta el caso necesario a sus hijos, Jimmie, la propia Maggie y un bebé con destino infausto.

Con saltos espontáneos de tiempo, aunque contando la historia siempre de manera sucesiva en el tiempo, Stephen Crane nos sumerge en su América para trazar en el papel los esbozos de lo que serán los Estados Unidos de principio del siglo XX, repletos de clubs musicales, traficantes, gánsteres y todo tipo de elementos de la cultura suburbana.

La vida de Maggie transcurrirá para que se suceda la vida y el retrato social que dibuja el autor norteamericano, llegado a considerar por muchos como uno de los padres y referentes de la novela contemporánea norteamericana. Lo cierto es que, en algunos pasajes, sí que recuerda a la literatura norteamericana de escritores futuros, como J.D. Salinger en El guardián entre el centeno. Los paseos de Maggie me transportaron a la Nueva York de Holden Cauldfield.

Los buenos novelistas tienen que ser capaces de retratar su época en sus palabras. Pero además tienen que tener la habilidad de hacerlo de una manera inteligible, rítmica y apta para cualquier público que se detenga en una biblioteca a leer sus libros. Stephen Crane deja patente la vida del barrio de Bowery en Nueva York y pinta con una técnica colorista, dentro de la dura temática que trata, las bases que ejemplifican a la perfección el modelo de literatura urbana.

Maggie es la historia de cómo el entorno, la familia, la sociedad y otros elementos pueden malear a una persona que al principio parecía cándida y que discurre por los peores lugares de la metrópolis. Es en eso, precisamente, en lo que destaca notablemente Stephen Crane, en no culpar a sus personajes de su degradación y caída, sino en desviar, además, la mirada hacia elementos sociales y entornos hostiles y complicados.

Publicado en La Huella Digital

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