lunes, 7 de marzo de 2011

El cementerio de Praga


El cementerio de Praga. Umberto Eco. Lumen, 2010. 608 páginas. 23’90 €.

Escribir un diario siempre es una actividad interior importante. A veces no conseguimos recordar algunas cosas, pero en el momento que nos sentamos delante de un papel y empezamos a escribir, los hechos se nos presentan de una forma más clara y el recuerdo nos sobreviene como si en ese momento estuviésemos reviviendo.

Un diario será el centro de la trama en El cementerio de Praga. Umberto Eco, semiótico, lingüista y novelista, utiliza este recurso para hacer recordar al capitán Simonini sus aventuras y para que intente solucionar la duda con la que se levanta el día 24 de marzo de 1897, sin saber muy bien quién es él, ni quién es un misterioso abate, que se hace nombrar Dalla Piccola, que le replica sus anotaciones en el diario.

Junto a las anotaciones de un narrador omnisciente que apunta aquello que la trama deja un poco en el aire, el escritor italiano, autor de El péndulo de Foucault (1988), crea una trama con ritmo pausado situada en uno de los periodos más convulsos de la historia contemporánea: finales del siglo XIX, en los que los orígenes del antisemitismo se empiezan a vislumbrar, las tensiones franco prusianas hacen prever una guerra en los años próximos…

Simonini ha trabajado desde su retirada militar como falsificador de documentos y es toda una eminencia en su labor. Mediante el diario, escrito junto al abate –lo que hace pensar a ambos que incluso puedan llegar a ser la misma persona-, el lector va descubriendo los encargos que ha realizado el protagonista, que ha trabajado dentro de la revuelta garibaldina, para franceses, prusianos, en ambientes judíos, entre masones…

La espiral y el frenético ritmo de los actos llevarán la acción a la ciudad de París, en la que empezará a prender la mecha antisemita europea, en la que el falsificador tomará una importante parte, mientras se ve envuelto en otros oscuros encargos.Las páginas del libro dibujan un mapa de finales del siglo XIX en las que ningún grupo sale indemne de prejuicios y en la que Simonini y Dalla Piccola no dejan de buscar su identidad incansablemente.

Dicen que la novela histórica está sujeta a unas exigencias menores y también he oído en multitud de círculos que los grandes intelectuales no pueden escribir novelas buenas, pese a ser grandes pensadores. Los tópicos están para romperlos. Esta vez Eco, brillante intelectual, ha escrito una buena novela en la que un único personaje ficticio, el protagonista, se las ve con personajes tan importantes y reales como Dumas, Freud o Garibaldi, entre otros.

La vuelta a la ficción del autor de El nombre de la rosa, treinta años después, se estructura en torno a un diario redactado a dos manos, que a veces resulta un poco lioso con tanto cambio. La estructura en capítulos prácticamente independientes en cuanto a la temática y el estilo rememoran la escritura folletinesca de la época en la que se sitúa, en la que todo tiene una intención y nada es lo que parece a primera vista.

Publicado en Otro Lunes

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