sábado, 6 de agosto de 2011

Sobre Harry Potter en la literatura y el cine



En ocasiones caen en tus manos historias de las que te cuesta desprenderte el resto de tus días. Aprovechando el final de la saga en el cine –en la literatura ya terminó hace unos años- quería sentarme a escribir sobre lo que significa Harry Potter.

J. K. Rowling vivía en Edimburgo, cerca del barrio universitario de Meadows, un bonito parque con aires de campus anglosajón. Una tarde, en la que seguramente lloviese, se sentó en su habitual mesa del Elephant Coffee Shop y comenzó una historia que seguramente no sabía hasta donde la iba a encumbrar, y que años más tarde culminaría en la suite de lujo del Balmoral Hotel en la calle más lujosa de la misma ciudad.

A priori Harry Potter parecía una historia para niños, pero si nos detenemos a pensar en cómo evoluciona la historia, acabamos dándonos cuenta que el final es más propio para adultos que para los más pequeños. Las dos primeras novelas son bastante sencillas, muy de gusto infantil; la tercera y la cuarta, bastante oscuras, en ellas se empieza a vislumbrar el turbio final de la quinta, la sexta y la séptima, que llevan el título en su conjunto a la categoría de obra maestra.


El argumento es aparentemente sencillo: un colegio de magos en un castillo al que todos los habitantes del mundo de la magia han de ir desde los 11 hasta los 17 años a aprender a usar sus poderes. El mundo mágico parece estar tranquilo, pero el colegio de Hogwarts sufre un vuelco cuando llega Harry, el único superviviente al malvado tirano Voldemort, al que derrotó cuando no tenía ni siquiera un año, obligándole a huir y recluirse.

Desde que Harry Potter ingresa en Hogwarts –un colegio para el que se inspiró Rowling en el castillo de Edimburgo y el Georges Heriot’s Hospital- Voldemort comenzará a perseguirle con el fin de derrotarle esta vez y volver a dominar el mundo. Ese es el resumen máximo del argumento de esta obra. Sin embargo, durante los siete años en los que transcurre, la historia se irá cargando de matices y de personajes que la harán especial. No sólo quiere el villano dominar el mundo, si no convertirlo en un lugar únicamente mágico, mediante la limpieza étnica de los muggles, los sangre sucia y todos aquellos que entablen relaciones con ellos, una metáfora que instantáneamente nos trae a la cabeza a otros tiranos de la Historia.

J. K. Rowling nos implica aún más en esta persecución racial escribiendo uno de sus personajes protagonistas con la característica de ser sangre sucia, es decir, hija de personas no mágicas. Se trata de Hermione Granger, uno de los personajes más completos de toda la saga, que evoluciona de ser una sabelotodo un poco pedante a convertirse en una gran luchadora y el mayor pilar en el que se sustentan tanto Potter como Ron Weasley, el otro miembro del inseparable trío. En la película es interpretada por la preciosa actriz Emma Watson, mientras que Ron y Potter son, en orden, Rupert Grint y Daniel Radcliffe.

En los siete años que los chicos pasan en el colegio, Voldemort –un aterrador Ralph Fiennes en las películas-, conocedor de la vuelta de Harry Potter se recupera de su situación un tanto penosa para volver a luchar con el chico de la cicatriz, ya que esa sería la única manera que le queda para ser el amo y señor del mundo otra vez. Pero también descubrimos que Voldemort no ha sido siempre un malvado tirano, sino que tuvo una época de niño en Hogwarts en la que aún era Tom Riddle, y que incluso entabló una relación más especial que el resto con el actual director de Hogwarts, Albus Dumbledore, lleno de sabiduría y como descubriremos a lo largo de la saga, de secretos también.

A medida que avanzamos en las 3665 páginas del total de la historia –o los muchos minutos de metraje- el mundo mágico se va volviendo cada vez más turbio, y las fuerzas oscuras, con los mortífagos como ejecutores y seguidores acérrimos de lord Voldemort, van tomando cada vez más poder, hasta llegar a un desenlace en el que dominan por completo la red de instituciones del mundo mágico y exterminan por sistema a los traidores a la sangre con fuerzas paramilitares. La magia oscura domina incluso el colegio Hogwarts, con Severus Snape como director. Sin embargo, la segunda Órden del Fénix, toma el testigo de la primera, a la que pertenecieron los padres de Potter antes de ser asesinados por Voldemort, y combate la magia oscura con grandes magos entre los que encontraremos, entre otros, a Remus Lupin, Nymphadora Tonks, Sirius Black, Alastor Ojoloco Moody o Hagrid. Comenzará de esta manera la Segunda Guerra Mágica.

Es con el comienzo de la guerra cuando Snape se destapará como el personaje más elaborado de la saga, aunque nunca llegue a parecer verdaderamente un personaje realmente primordial hasta los dos últimos tomos. Sin él la historia no sería nada. Este personaje es un acierto total de Rowling, que lo mantiene siempre pegado a la sombra, sin que nunca lleguemos a saber si debemos o no fiarnos de él, gracias a su halo perpetuo de misterio y su rictus serio y desafiante. Vemos como Snape evoluciona junto a la saga y se va acercando cada vez más a Voldemort, con quien colaboró en el pasado, para sorprendernos de manera espectacular a partir del quinto libro.

Severus Snape es uno de los personajes mejor trazados que he leído jamás en la literatura. En la película le da vida un soberbio Alan Rickman, al que ya no puedo ver sin recordarle como el profesor de Pociones o el director de Hogwarts en la etapa de Voldemort. Snape se convierte en el personaje central de la trama de manera profunda, es decir, sin que el lector se percate de ello hasta que de pronto, en un momento extremadamente complicado, Harry se entera de su verdadera historia y de su verdadera lealtad, que durante toda la saga es cuestionada por todos.

En un mundo convulso, después de la huida de Snape como director tras un duelo épico con la otra gran profesora de Hogwarts, Minerva McGonagall, Harry Potter y su ejército intentarán derrotar a Voldemort, y éste junto a sus mortífagos hará lo propio con los que considera traidores a la sangre. Le ayudarán personajes tan sangrientos como la extravagante Bellatrix Lestrange –una sublime Bonham Carter en la película-, que cuenta en su haber con los asesinatos de magos más importantes de la saga (Sirius Black, Nympha Tonks, Fred Weasley e incluso el elfo doméstico Dobby).

Es admirable la capacidad de creación de J. K. Rowling, que dota a todos los personajes de una importancia primordial en algún momento de la historia, y que consigue la creación total de un mundo lleno de coherencia narrativa, algo harto complicado en la Literatura, y digno de elogiar. Su capacidad narrativa es increíble, tanto para los momentos de guerra como los de paz. Durante la saga incluso se permite incluir historias de amor y algunos puntos de su humor ácido. Perfectamente se podría elaborar toda una Historia del mundo mágico, ya que en sus novelas la escritora británica no pareció olvidarse de nada en su elaboración. J. K. Rowling es una auténtica escritora, con todas las letras y honores que se merezca.

Las adaptaciones cinematográficas son muy fiables y no traicionan el espíritu del libro, sino todo lo contrario, engrandecen la historia ante los ojos del lector. La escritora participó en la producción de las siete películas y eso es algo que se nota y se agradece. Ahora que ha terminado por fin la saga, tanto la literaria como la cinematográfica, es un buen momento de adentrarse en el mundo mágico, o si ya lo habías hecho antes, releerla o volver a ver las películas para encontrar aquellos detalles ocultos y reveladores que quizá no hubieses encontrado.

Publicado en La Huella Digital

lunes, 1 de agosto de 2011

Marinería literaria

“Barcos que se cruzan en la noche y ni se saludan ni conocen”

Fernando Pessoa

Los barcos se pierden en tierra. Arturo Pérez-Reverte. Alfaguara. 376 páginas. 18 €.

La gente a la que le gusta el mar, como a mí –que me encanta-, experimentamos cierta simpatía instantánea cuando descubrimos que otra persona que hemos conocido es una apasionada del mismo. Automáticamente cuando vi en un escaparate Los barcos se pierden en tierra sentí esa especie de vínculo con Reverte, del que he de confesar que había leído bastante poco hasta entonces, si acaso algún artículo en su Patente de corso, pero ninguno de marineros.

Después de saber que el autor es un apasionado marinero, me embarqué en su nave, pues esta obra es más un barco que un libro. Sus páginas salpican agua con sal cuando las pasas y como escribe Jacinto Antón en un magnífico prólogo a los artículos: “El mar restalla en las cuartillas que tengo sobre la mesa y que el viento agita blancas como penachos de espuma. Son las páginas de Los barcos se pierden en tierra…”. Y así es.

Con su característico estilo puntilloso y afilado, el autor natural de Cartagena –qué ciudad hay más marinera que ella- nos va desgranando sin perder nunca la elegancia historias de marinos, piratas, puertos y navíos a la deriva, entre otras. El mar, ese maravilloso lugar que, como los barcos, siempre se pierde en la tierra. Ese refugio para el autor, que aquí describe con tanto cariño y mimo.

La obra, que recoge artículos desde 1994 hasta hoy, nos desvela a lo largo de su recopilación algunos episodios repletos de amor, por ejemplo hacia su hija a la que ve nadando entre delfines o experiencias con ballenas que evocan al gran Melville. Pero no sólo muestra Reverte amor hacia el mar. También aprovecha su pluma para dirigir nuestra mirada hacia puntos que le gustan menos: los ricachones del yate que atracan en el puerto bajo bandera pirata, los piratas actuales, tan lejos de lo que fueron históricamente los de verdad, o los jóvenes que presumen de su fortuna jugando con sus motos de agua y sus barquitos…

Pero además Los barcos se pierden en tierra hablan de mucho más que todo eso. Algunos textos son verdaderos reportajes históricos sobre los marineros de siglos pasados, Churruca o Elcano entre la lista, piratas y bucaneros como el poco conocido Benito Soto, batallas navales memorables, como Trafalgar… Es en el ámbito histórico en el que podemos leer sus divertidas disertaciones en contra de los ingleses, con las que se enfrenta –dialécticamente hablando- a su amigo el académico Marías, conocido anglófilo.

La nueva obra del creador de Alatriste reflexiona sobre los sentimientos que nos produce el mar, a través de la mirada del autor, marinero confeso. La soledad de la noche de los pescadores, las evocaciones del silencio del mar en calma, las tormentas de ultramar, las tascas de puerto al anochecer o la tristeza inmensa de tener que alejarse por última vez de la orilla.

Permítanme concluir citando al propio Reverte en el último de sus artículos, el que da nombre al libro, y que bien podría ser el soberbio inicio de una novela sobre marinos. El texto narra los sentimientos de un hombre que se aleja por última vez de su barco, en la orilla, y camina hacia la casa que hace mucho tiempo no pisa, en la que están su mujer y sus hijos, que se habrán convertido en extraños, y sus perros, que ya ni le conocerán. El hombre, antes de llegar se gira a mirar el mar, y entonces decide no continuar su camino y regresar. Cuando llega un compañero le pregunta: ¿Bajaste a tierra, por fin? El marinero responde: Baje a tierra. Pero sólo llegué hasta el primer bar. Con esa frase tan sencilla queda recogido el sentimiento de la vida de los hombres de mar. El artículo es extraordinario, la recopilación también lo es.

Publicado en Culturamas